Interpelaciones

21.02.2011 14:41

 José Vicente Rangel

  Foto: Cortesía

  21/02/2011 14:41 Andrés Castellano

 

1º.) Se trata de una actividad normal en democracia, prevista en la Constitución, propia de la función de control del Parlamento. Lo que los venezolanos han podido apreciar con creciente interés en los últimos días, a través de los medios de comunicación, con motivo de la comparecencia a la Asamblea Nacional de los miembros del gabinete del presidente Chávez, se explica por qué la oposición decidió, hace cinco años, no participar en las elecciones legislativas.

 

Es el vacío que dejó ese sector, sin ton ni son —debido a planes de otra naturaleza—, que ahora lo llena, y es lógico que despierte justificada expectativa. La que genera todo debate. ¿Pero qué ha pasado? Que el desempeño de la representación oposicionista ha defraudado. No sólo a los parlamentarios socialistas, sino también a gente alineada en el antichavismo. Pienso que, en el fondo, la oposición no evaluó con suficiente responsabilidad el rol que le correspondía cumplir en esta nueva etapa. No se preparó. No indagó las características del escenario en el cual iba a participar. Porque la sensación que dejan sus primeras actuaciones es de inseguridad, incoherencia y falta de conducción.

 

2º.) Al mismo tiempo, es evidente que la oposición subestimó al chavismo, como lo viene haciendo desde que arrancó el proceso bolivariano. Desprecia la capacidad de éste para desempeñarse, y, lo que aún es más grave: su nivel de preparación.

Existe en el antichavismo una actitud prepotente; un desdén intelectual hacia el adversario, producto de la cultura elitista en que está imbuido, que a la hora de confrontar —de quien a quien— pone en evidencia sus propias limitaciones y depara sorpresas. La historia se repite en el escenario parlamentario.

Para ese sector aparentemente bastaba su sola presencia, el retorno a la institución, para colocar a la defensiva al chavismo, y, como es lógico, eso no ocurrió, por lo cual cundió el desconcierto en sus filas.

 

3º.) En la interpelación a los ministros se hizo patente la falta de preparación de los diputados de oposición, reflejada en la banalidad de sus preguntas y en la manera como pretenden disimular las fallas con la provocación. En cambio, el chavismo, a nivel de ministros y parlamentarios, ha demostrado coherencia, trabajo de equipo y manejo de los temas.

Esta constatación debería servir para rectificar conductas y asumir con seriedad la labor parlamentaria. Ésta no debe ser vista como una oportunidad para pantallar, extremar tensiones y meter palos en la rueda del debate de las ideas que los venezolanos demandan.

Hay la tendencia en la oposición, demostrada en forma reiterada, a que cuando accede a determinada posición, cargo público, espacio legislativo —gobernaciones, alcaldías, concejos, legislaturas—, se empeña en convertirla en trinchera para confrontar y acentuar la polarización. Repetir esta experiencia en la A.N. es una torpeza.

Algo que revierte negativamente para ese sector, y que sólo sirve a los fines de radicalizar la situación en desmedro de la función que el electorado le encomendó. ¿Será posible que sus dirigentes reflexionen? Quizá si; quizá no.

 

Rebelión civil

 

Curiosa la insistencia de grupos y personas de oposición en una línea difusa, por no decir ambigua, de carácter subversivo. No hay episodio nacional, problema del tipo que sea, que no sea asumido en términos desestabilizadores.

Con el propósito de sembrar confusión en la colectividad y meterle en la cabeza a los venezolanos que caminamos por el borde de un precipicio.

Que en cualquier momento ocurrirá lo peor: golpe de Estado, insurrección popular, magnicidio, estallido social. Además, que como en Venezuela hay una dictadura; que no hay libertad; que las instituciones están secuestradas por Chávez; que los venezolanos son atropellados a diario, se justifica, por tanto, cualquier reacción.

Los mensajes a través de la red social; lo que difunde a cada instante twitter; los documentos que circulan plagados de falsedades; los llamados a la Fanb a rebelarse, y la recurrencia constante a organismos internacionales denunciando el autoritarismo del Gobierno, son parte de lo que pudiéramos llamar “la conspiración permanente”.

Que no es otra cosa que el esfuerzo sostenido, no de una oposición responsable que trabaja para conquistar adeptos con fines electorales —lo cual respetable—, sino para minar la institucionalidad y promover otra aventura. En fin, el síndrome Plaza Altamira.

 

En medio de los incontables llamados a subvertir el orden constitucional pretextando, cínicamente, la violación de éste por el Gobierno, hay algunos que convocan a “la rebelión civil”.

 

Quisiera que alguien me explicara cómo se come eso. En qué consiste. ¿Acaso en la irrupción de las masas, al parecer cada día menos dispuestas a acompañar ese tipo de llamado, como la demuestra el raquitismo de las marchas que convoca la oposición? ¿Quién, o quiénes, dirigirían la rebelión civil? ¿Cuántos de los convocantes la encabezarían en las calles? Si algo ha demostrado esa retórica, y la flamígera invocación a la revuelta en abstracto, es que hay mucho Capitán Araña. Embarcadores de oficio.

Timadores verbales que luego, en las chiquitas, se esfuman. El país pudo ver, en vivo y en directo, a través de la televisión, a líderes de la marcha del 11-A —que utilizaron a miles de compatriotas engañados y confundidos— huyendo despavoridos a la hora de la verdad. Ojalá que eso no se repita, y que la rebelión civil no pase de una boconería más.

 

Claves

 

• Efecto Mubarak: la derecha en el mundo trata de apropiarse de la victoria del pueblo egipcio. Su propósito consiste en ocultar lo que fue Mubarak: un instrumento perfecto de las políticas contrarias al pueblo árabe, y la bisagra que garantizó en la región el dominio de la dupla USA-Israel.

Durante 30 años impuso una feroz dictadura, represión, torturas, eliminación de la oposición, desconocimiento de los derechos humanos. El “hombre de Occidente”, el cancerbero del imperio, el mimado de la Casa Blanca y del Estado judío, que recibía 1.500 millones de dólares al año de EE UU, no servía más y corrió el destino de los preservativos usados.

 

La derecha universal se frota las manos y habla del efecto dominó de manera general.

En Venezuela, como siempre, se hace ilusiones.

 

• Dificil predecir lo que vendrá: por un lado hay un pueblo que saboreó la victoria; y, por otro, un vicepresidente, Suleiman, jefe del aparato de terror y una Fuerza Armada dividida entre partidarios del presidente derrocado y los que apuestan a una salida democrática. ¿Quién ganará la partida?

 

• El legado: Recientemente el expresidente colombiano Andrés Pastrana dijo que “Alvaro Uribe le dejó a su país la herencia de las bandas criminales que han elevado los índices de inseguridad en centros urbanos y zonas rurales”. Le faltó mencionar a los miles de paramilitares enviados —o que vinieron por propia voluntad—, a Venezuela. Silencio allá y acá.

 

• Me impresionó la entrevista que le hice al sacerdote jesuita, párroco de la Iglesia San Francisco, Numa Molina. Ganaría mucho la Iglesia si la CEV lo escuchara.

 

• Ante ciertas actitudes de la oposición —no asistir a Angostura porque hablaba un militar— uno tendría que decir: estúpido explicar lo absurdo.

 

• LA gran periodista mexicana Carmen Aristegui, fue despedida de Multivisión por mencionar que un diputado denunció el supuesto alcoholismo del presidente de ese país, Felipe Calderón. El medio cedió a la presión del Ejecutivo. Si pasa en Venezuela, el escándalo recorrería el mundo.

 

Ex Vicepresidente de la República

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