Hollywood llora a la DIVA DEL CINE
foto: cortesia/ glendy barroso
Elizabeth Taylor falleció ayer tras una vida intensa entregada al cine, su pasión por los hombres y las joyas. Estuvo marcada por una pésima salud que no supo seguir su ritmo.
Era la musa de las musas. Tenía los ojos de color violeta. Cautivó al mundo y todavía, con 79 años, conservaba un brillo de niña londinense, aunque más por coquetería que como símbolo de inocencia.
Nacida bajo el nombre de Elizabeth Rosemond Taylor, la famosa diva nació el 27 de febrero de 1932 en Hampstead, Inglaterra.
Era la segunda hija del matrimonio conformado por Francis Lenn Taylor y Sara Viola Warmbrodt, quienes eran estadounidenses de clase media alta dedicados al comercio del arte. Una vez que estalló la Segunda Guerra Mundial, la familia decidió retornar a los Estados Unidos, donde se establecieron en Los Ángeles.
Su madre era una actriz retirada, cuyo nombre artístico era Sara Sothern; ella siempre quiso que Liz Taylor fuera una estrella, por lo que desde pequeña la llevó a grabar anuncios y cameos de películas. Tras participar en varias comedias, a los 12 años se hizo famosa con la película National Velvet (1944), sobre un caballo de carreras.
A los 14 años ya era una estrella: rodó El coraje de Lassie, y poco después una versión de Mujercitas. Su siguiente gran éxito sería El padre de la novia (1950), junto a Spencer Tracy y con dirección de Vincente Minnelli. Y desde ahí su exitosa carrera no paró.
Durante las décadas de 1950 y 1960 se convirtió en una de las mayores estrellas al trabajar en títulos tan significativos como Gigante (1956), junto a Rock Hudson, La gata sobre el tejado de zinc (1958), junto a Paul Newman; De repente el último verano (1959), junto a Montgomery Clift y Katharine Hepburn); Una mujer marcada (1960); y la película más cara de la historia, Cleopatra (1963), cinta por la que llegó a cobrar la, para ese entonces, la astronómica suma de un millón de dólares.
“Su mayor belleza no era la externa sino la interna. Siempre trabajó en pro de los más necesitados”, expresó Karina Braum, animadora de televisión.
Liz Taylor era reconocida por su deslumbrante belleza y junto a Sophia Loren y Brigitte Bardot, fue una de las estrellas del cine clásico.
Su vida amorosa también alcanzó notoriedad. La mujer de los ojos violetas se casó ocho veces. A los 18 años contrajo matrimonio con Conrad Nicholas Hilton, con quien estaría casada sólo un año. Su segundo matrimonio fue a los 20 años, con el actor británico Michael Wilding, con quien tuvo dos hijos.
A los 24 años ya estaba separada nuevamente. Su tercer matrimonio fue con el productor de cine Mike Todd, quien un año después moriría en un accidente aéreo. Con Mike tuvo a su tercera hija. Después de un periodo de tan sólo 6 meses de viudez, conoció, en 1959, al mejor amigo de Mike Todd, el cantante Eddie Fisher, casado por entonces con su mejor amiga Debbie Reynolds.
En 1962, en la filmación de Cleopatra, conoció al actor Richard Burton, quien sería su gran amor, con quien se casaría y se divorciaría en dos ocasiones y con el que adoptaría a su cuarta hija. Se divorciaron en 1974, se reconciliaron en 1975 y se divorciaron nuevamente en 1976.
Su séptimo matrimonio fue con el senador John W. Warner, con quien tuvo una relación infeliz que la llevó al alcoholismo. Elizabeth estuvo a punto de casarse con un abogado mexicano, Víctor Luna, quien desapareció días antes de asistir al registro civil. Finalmente, se casaría con Larry Fortensky, un obrero de la construcción, de quien se divorció en 1996.
“Se enamoró muchas veces y se atrevió a casarse con todos. Evidentemente era una mujer muy arriesgada”, acotó la actriz Bebsabé Duque.
Durante los últimos años, su salud se vio empeorada. Padecía problemas cardiacos. En 2009 fue operada de una fuga en una válvula cardíaca y usaba una silla de ruedas para lidiar con dolores crónicos. Ayer falleció tras una insuficiencia cardíaca congestiva en el Centro Médico Cedars-Sinai de Los Ángeles, donde había estado hospitalizada por unas seis semana.